martes, febrero 06, 2007

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Una de las ventajas de crecer es la experiencia. Con más experiencia uno está mejor preparado para las cosas que apenas vienen, y si se asemejan a situaciones pasadas uno puede "pasarlas" sin la dificultad inicial. Por la misma facilidad ganada para resolver dificultades y vivir situaciones, uno puede ver con ojos más críticos éstas. Todo esto si se quiere, claro; hay personas que prefieren no pensar demasiado en las cosas. Muy su problema.


Si pensaban que esta entrada iba a ser algo de provecho, están muuuuuy mal.


Este fin de semana me volví a acabar Doom 3.

Por quinta vez.

Doom 3 es un juego que ha despertado opiniones polarizadas, y polarizadas por las mismas razones. Por ejemplo: a algunos les encantó la mecánica simple del juego (matar zombies y "mostros"), mientras que a otros eso mismo les desagradó sobremanera.

Los detractores argumentaban que "ya estamos en el 2004" (el año en el que salió), y que no es posible que haya juegos todavía tan simples como esos, que hay que innovar en la historia y el modo de juego, y demás sandeces propias de intelectualoides que no saben disfrutar de sano entretenimiento.

El departamento en el que nadie se quejó fue en el de las gráficas (bueno, sí hubo quejas, pero se trata principalmente de gente que de plano no la ibas a sacar de su posición, por ejemplo: "¿y a quién le importa si hay iluminación de casi todos los objetos en tiempo real?"). Las gráficas, para su tiempo, se ven muuuuy bien. De hecho he visto pocos juegos más nuevos que les superen.

Y ahora que me volví a acabar el juego, como ya no tuve que preocuparme por los monstruos, pude observar bastantes detallitos que se me habían ido las veces anteriores (tampoco molesta el hecho de poder jugarlo "the way it was meant to be played"). Quesque los tipos dicen cosas vaciadas a veces, los diversos secretos, bromas adentro del juego. Cosas así.

Aunque ahora que lo pienso, no sé por qué no hice eso desde la segunda vez que lo terminé... hummm...

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