Cuando era pequeño, una vez tuve un muñeco de esos tipo Rana René (es decir que era una rana verde hecha con tela o algo así, aunque no recuerdo más detalles). Recuerdo que en ese tiempo mis padres tenían una camioneta de esas pickup (que tienen una... batea atrás para echar cosas). Mi hermano y yo luego íbamos en dicha batea jugando o hablando o algo.
En una de esas iba yo con mi ranita en la camioneta y por alguna razón la rana salió despedida hacia un extremo de la batea y pum... se cayó y ví como se quedó atrás sin esperanza alguna de volver por ella. Huelga decir que me sentí muy mal por dicha pérdida.
No recuerdo qué pasó el resto del día, pero recuerdo que al día siguiente -por alguna razón- quise comenzar a creer que la visión de la caída de la rana había sido un sueño y que, cuando abriera el buró, la rana estaría ahí.
Lo raro del asunto es que muy adentro de mí yo sabía que había sido un evento verdadero lo de la caída de la rana, pero por alguna razón sentía la necesidad de creer que había sido un sueño, y tenía la esperanza de que apareciera. ¡Era una sensación tan bella! La mentira que me decía era un bálsamo para mi espíritu infantil.
Al final, sin embargo, la realidad hizo su aparición en forma de un vacío en el buró. La rana había sido perdida para siempre y yo, desconsolado, me sentí muy triste tanto por la pérdida como por el deseo de creer en algo que ya sabía que no era cierto.
Así me pasa a veces, yo creo. Ya no con la rana, pero a veces quiero creer cosas que sé (o sospecho) que no son ciertas, para calmar mi mente un poco. Aunque usualmente la realidad llega para acabar con mis falacias infantiles.
Pero pos al menos ya no estoy de malas ni neurótico todo el tiempo, jajaja.
1 comentario:
T_T
Waaa! Maldita sencación ficticia!!!
Todos la vivimooooss!
XD!
Te imagino con tu rana y te ves súpeeeeer lindooooo!!
XD!
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